La predicación ha sido un elemento central en la vida de la Iglesia desde sus inicios. Sin embargo, en nuestros días, enfrentamos una crisis en la forma en que se predica y en la relevancia que se le otorga dentro de la iglesia. Reflexionemos sobre su importancia y cómo podemos recuperar su lugar central en la vida cristiana.
¿A qué le llamamos predicación?
La predicación es la proclamación fiel y autorizada de la Palabra de Dios. No se trata simplemente de discursos motivacionales o de consejos prácticos, sino de la exposición de las Escrituras con el fin de edificar, exhortar y consolar al pueblo de Dios (2 Timoteo 3:16-17). La predicación verdadera tiene a Cristo como centro y busca la transformación de los corazones por medio del poder del Evangelio.
El rescate de la predicación en la Reforma Protestante
Durante la Reforma del siglo XVI, la predicación fue rescatada de la oscuridad. Reformadores como Martín Lutero y Juan Calvino enfatizaron la necesidad de que la Palabra de Dios fuera predicada con claridad y fidelidad. Se reintrodujo la predicación expositiva, donde el texto bíblico guiaba el mensaje, en contraste con la tradición medieval, donde la predicación a menudo se diluía en tradiciones humanas. Este redescubrimiento impulsó un avivamiento en la Iglesia, recordándonos que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17).
¿Por qué creemos que la predicación pasa por un mal momento?
Hoy en día, la predicación enfrenta diversos desafíos. En muchos lugares ha sido reemplazada por mensajes centrados en la autoayuda o en el entretenimiento. Se han diluido las doctrinas fundamentales, dando lugar a sermones que buscan complacer a la audiencia en lugar de confrontarla con la verdad de la Escritura. Además, la falta de preparación bíblica de algunos predicadores ha contribuido a una exposición superficial de la Palabra.
¿Qué hemos hecho mal?
Uno de los errores principales ha sido el abandono de la predicación expositiva. En su lugar, se han adoptado modelos de predicación temática que a menudo dejan de lado el contexto bíblico, —y no, no queremos decir que la predicación temática sea incorrecta, el problema es que no se hace un correcto trabajo exegético entre la marea de textos que se exponen—. Además, se ha reducido el tiempo dedicado a la exposición de la Palabra en los cultos, favoreciendo otros elementos como la música o los eventos sociales. También ha habido una tendencia a suavizar el mensaje para evitar la ofensa, cuando en realidad la Escritura nos llama a predicar la verdad con valentía (2 Timoteo 4:2).
¿Y ahora qué hacemos?
Para restaurar la importancia de la predicación, debemos:
-
Volver a la predicación expositiva: Permitir que la Biblia guíe nuestros sermones, explicando fielmente el texto en su contexto.
-
Dar prioridad a la predicación en la iglesia: Asegurar que la exposición de la Palabra tenga el lugar central en nuestros cultos.
-
Capacitar a los predicadores: Fomentar el estudio profundo de la Escritura y la preparación teológica.
-
Predicar con fidelidad y valentía: No diluir el mensaje del Evangelio, sino proclamar toda la verdad de Dios.
-
Orar por una renovación espiritual: Pedir a Dios que avive la pasión por Su Palabra en nuestros pastores y congregaciones.
La predicación es esencial para la salud espiritual de la Iglesia. Si queremos ver una transformación real, debemos regresar a la proclamación fiel y centrada en Cristo.
Recursos recomendados
Si deseas profundizar más en este tema, te recomendamos los siguientes libros:
-
La predicación, de Tim Keller (Compra aquí)
-
La predicación cristocéntrica, por Bryan Chapell (Compra aquí)
-
De parte de Dios y delante de Dios, por Sugel Michelén (Compra aquí)
Que Dios nos conceda corazones dispuestos a escuchar y proclamar Su Palabra con fidelidad.